Simbología, el Dragón
- Ana Ricci
- 14 abr
- 2 Min. de lectura
Desde tiempos inmemoriales, el dragón ha habitado los relatos, mitologías y visiones de todo el mundo. Ser mítico, majestuoso y ambivalente, encarna tanto la fuerza destructiva como el poder creador, el caos y el orden, el fuego y el agua. En su figura se entrelazan los opuestos, invitándonos a explorar aquello que nos desafía y, al mismo tiempo, nos transforma.
Más que una criatura fantástica, el dragón es un símbolo: un espejo del alma humana y de las fuerzas invisibles que mueven la vida. A través de sus múltiples representaciones, descubrimos claves para comprender nuestros miedos, nuestros dones ocultos y el camino hacia el despertar interior.

En Oriente (China, Japón, Corea):
Símbolo de sabiduría, poder y buena fortuna.
Representan la energía vital del universo (Qi), y se los asocia con el agua, el clima, las montañas y los cielos.
Se los ve como guardianes benevolentes, protectores del equilibrio natural y espiritual.
En el taoísmo, el dragón a veces representa el Yang, fuerza activa y luminosa.
En Occidente (Europa medieval):
Se los retrata como criaturas temibles, a menudo enemigas que deben ser vencidas por héroes.
Simbolizan el ego, el caos, la avaricia o el miedo, algo que el alma debe conquistar en su viaje de transformación.
A veces representan guardianes del conocimiento oculto o del inconsciente profundo.
Desde lo simbólico y espiritual:
El dragón puede representar el despertar del poder interior, la integración de la sombra o el despliegue del potencial latente.
En prácticas energéticas o esotéricas, hay quienes lo ven como un guardián de portales entre dimensiones o un espíritu guía.
También se asocia al fuego interno, la transmutación y la fuerza kundalini.