El cuerpo recuerda lo que la mente prefiere olvidar
- Ana Ricci
- 28 abr
- 2 Min. de lectura
Hay memorias que no se alojan en las palabras, ni siquiera en los pensamientos.
Hay memorias que viven silenciosamente en el cuerpo: en un suspiro que se escapa sin razón, en una contractura que insiste, en el latido acelerado ante lo que parece inofensivo.
El cuerpo recuerda lo que la mente prefiere olvidar. Y en ese recuerdo silente, nos ofrece pistas mágicas para sanar.
Desde la mirada del coaching ontológico, entendemos que no somos seres fragmentados. Somos una unidad de cuerpo, emoción y lenguaje, entrelazados en una danza constante. Aquello que no dijimos, lo cargamos en la espalda. Lo que no lloramos, se aloja en el pecho.
Lo que no nos permitimos sentir, se traduce en formas de ser, en maneras de mirar, en modos de habitar el mundo. El cuerpo no olvida; espera, pacientemente, a ser escuchado.

Aquí es donde la sabiduría del cuerpo se revela como un verdadero maestro interno. Cada dolor, cada sensación, cada incomodidad, lleva en sí misma un mensaje. Y es a través de prácticas como el mindfulness que podemos aprender a recibir esos mensajes con respeto y ternura.
No se trata de luchar contra lo que aparece, sino de observarlo. De acompañarlo con una respiración más consciente, de darle espacio para que cuente su historia.
La atención plena nos enseña que no todo necesita ser analizado: muchas veces, basta con estar presentes para que la sanación comience. Al prestarle al cuerpo nuestra presencia amorosa, le devolvemos su voz, esa que quizá durante años fue silenciada por la prisa o el miedo.
Las flores de Bach, por su parte, susurran a ese cuerpo sabio. Actúan como delicados puentes emocionales, facilitando el tránsito de estados de bloqueo hacia estados de apertura. Cada esencia floral acompaña un aspecto del alma herida: la impaciencia, el temor, la tristeza profunda, la falta de confianza. No corrigen, no fuerzan, no imponen: invitan con suavidad al reencuentro con nosotros mismos.
Sanar es recordar de una manera nueva.
Es honrar lo vivido, agradecer la sabiduría que nos dejó, y seguir adelante más livianos, más íntegros, más conscientes.
El cuerpo, con su lenguaje silencioso y poderoso, nos guía.
Cuando elegimos escucharlo —a través del coaching ontológico, la práctica atenta y la vibración sutil de las flores— abrimos la puerta a una transformación profunda.
Una transformación que no viene de afuera, sino de esa voz interior que siempre supo el camino.
Porque la verdadera sanación empieza cuando elegimos confiar en la sabiduría de nuestro propio cuerpo.