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La Torre: cuando lo construido no sostiene

  • Foto del escritor: Ana Ricci
    Ana Ricci
  • 9 jul
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 11 jul

Hay cartas en el tarot que no susurran: gritan. La Torre es una de ellas. No pide permiso ni explica demasiado. Aparece como un trueno que parte el cielo, como un sacudón que desmonta estructuras internas, creencias, seguridades, apariencias.


En función al momento de la consulta, a otras cartas que haya sobre la mesa, a la posición y a los ángeles que nos acompañan haremos la interpretación.


En la imagen tradicional del tarot, vemos una torre alta siendo golpeada por un rayo. Coronas que caen. Personas que se precipitan al vacío. Llamas que brotan por las ventanas. Y un cielo oscuro como telón de fondo. Todo parece caos, ruptura, pérdida. Pero si se mira más de cerca… hay verdad.


La Torre nos habla del momento en que algo que creíamos firme, seguro o eterno… se derrumba. No por castigo, sino porque ya no sostiene. Porque fue construido sobre bases falsas, rígidas, caducas. Porque nuestra alma necesita espacio para expandirse, y lo que antes servía ahora encarcela.



Es el símbolo del ego que cae, de los muros que se quiebran, de la lucidez que irrumpe. Muchas veces llega con dolor, sí. Pero no hay despertar sin ruptura. A veces, solo al tocar fondo descubrimos lo real. Solo al romperse la imagen aparece lo que estaba detrás.


Desde una mirada terapéutica, La Torre puede ser vista como la crisis necesaria: esa conversación que no queríamos tener, esa verdad que ya no puede callarse, ese vínculo que se quiebra, esa decisión que estalla por dentro. Puede ser un cambio abrupto o una revelación interna. Pero siempre nos acerca a lo esencial.


Y ahí está su sabiduría: no viene a destruirte, sino a liberarte. No viene a castigarte, sino a mostrarte lo que ya no es. Es una carta que duele… pero despierta. Es la caída que habilita lo nuevo.


Después de la Torre, ya no somos los mismos. Y ese es su regalo: el derrumbe como renacimiento.

 
 
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