Los 4 Elementos
- Ana Ricci
- 9 abr
- 2 Min. de lectura
En el tarot, los cuatro elementos de la naturaleza —fuego, agua, aire y tierra— se entrelazan profundamente con los palos del Arcano Menor. Esta conexión no es solo simbólica: es una forma de leer el alma a través del lenguaje de la energía, del cuerpo, de las emociones y del pensamiento.

El FUEGO se manifiesta a través de los Bastos, ese palo que nos habla del impulso vital, de la pasión que enciende nuestros días, de la acción que nace del deseo profundo. Es la chispa que prende cuando algo nos entusiasma, el motor que nos mueve hacia un propósito. Los Bastos arden con vocación, con coraje, con creatividad desbordante. Representan el espíritu en movimiento, el llamado a crear, a iniciar, a vivir con intensidad, a hacer.
El AGUA, por su parte, se revela en las Copas. Sensibles, intuitivas, dulces o profundas como el océano, las Copas nos invitan a habitar el mundo emocional. En ellas encontramos el amor, los vínculos, la ternura, la vulnerabilidad y también el duelo. Hablan del alma que siente, que sueña, que recuerda. Son el espejo de lo que late en lo más hondo de nuestro corazón.
El AIRE se expresa a través de las Espadas, el palo que corta la niebla con claridad. Las Espadas representan la mente: el pensamiento, la palabra, las decisiones. Pero también los conflictos internos, los dilemas, las luchas que a veces libramos en silencio. Son el filo que distingue, que cuestiona, que busca la verdad. En ellas habita el poder de decir, de discernir, de comprender.
Y por último, la TIERRA se encarna en los Oros o Pentáculos. Este palo nos conecta con el cuerpo, con la materia, con lo concreto. Los Oros hablan de trabajo, de salud, de abundancia, de raíces. Nos recuerdan la importancia de lo que se cultiva, se cuida y se sostiene con paciencia. Es el elemento que nos ancla, que nos enseña a valorar lo simple y lo real.
Así, cada palo del tarot es mucho más que un símbolo: es un canal por donde se manifiestan los elementos dentro nuestro. Reconocerlos, escucharlos y honrarlos puede ser una forma de volver al equilibrio, de entender nuestras propias estaciones internas y danzar con ellas.