Contemplar
- Ana Ricci
- 6 abr
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Contemplar es más que mirar.
Es quedarse en silencio ante lo que es, sin querer cambiarlo, sin analizarlo, sin nombrarlo del todo.
Es dejar que los ojos, el cuerpo y el alma se posen suavemente sobre algo —una flor, un cielo, una emoción— y simplemente estar ahí.
Contemplar es abrir espacio interno, como si en esa pausa el mundo pudiera respirar a través nuestro.
Es detener el tiempo interior, bajar el ritmo y permitir que lo sagrado se manifieste en lo cotidiano.

Es no hacer nada y, sin embargo, estar profundamente presente.
Es escuchar sin buscar respuestas, mirar sin esperar señales, sentir sin apuro.
En la contemplación, todo se vuelve enseñanza.
El viento, la luz, una piedra o el silencio se convierten en puertas hacia dentro.
Y nosotros, sin darnos cuenta, comenzamos a recordar.
Recordar que no necesitamos correr.
Que a veces basta con quedarnos quietos, con habitar lo que es.
Y en esa quietud, todo encuentra su lugar.
Contemplar es un acto de amor profundo:
amor por lo que está, por lo que somos, por lo que vive en todo.