Enfrentarse a sí mismo
- Ana Ricci
- 30 abr
- 2 Min. de lectura
El acto más valiente y compasivo que podemos hacer
A veces creemos que nuestros grandes problemas están allá afuera: el otro, la situación, el trabajo, la vida. Pero en algún momento del camino (cuando el ruido baja y el corazón habla claro) descubrimos que lo que más duele, lo que más nos paraliza, lo que más nos aleja de nuestra paz… está en nosotros mismos.
No somos nuestros enemigos, pero sí podemos ser nuestros propios obstáculos.
Nuestros miedos no resueltos.
Nuestras expectativas inalcanzables.
Esa autoexigencia sorda que no deja espacio al descanso.
Esa herida antigua que se repite como eco en vínculos nuevos.
Esa voz interna que, en lugar de guiarnos, nos castiga.
Enfrentarse a uno mismo no es una guerra. Es una reconciliación.
El encuentro con uno mismo
Carl Gustav Jung decía:
“Quien mira hacia afuera, sueña. Quien mira hacia adentro, despierta.”
Y eso es justamente lo que implica mirarnos con honestidad: despertar.
Despertar a lo que nos habita. A lo que callamos. A lo que sentimos.Despertar, también, a la posibilidad de transformarnos desde adentro.
Es abrazarnos sin mentiras. Con la ternura de quien dice:
“Sé que estás herido. Y estoy acá para ayudarte a sanar.”

Algunas verdades que acompañan este proceso
“No hay camino hacia la paz. La paz es el camino.” — Gandhi
“Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma.” — Jung
“El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional.” — Buda
“Lo que resiste, persiste. Lo que se mira, se disuelve.” — dicho popular
Estas frases no vienen a minimizar lo que sentimos, sino a recordarnos que la clave muchas veces está en dejar de huir de nosotros mismos. En frenar. En respirar. En mirar con amor lo que siempre evitamos. Porque ahí, justo ahí, está el corazón de nuestra libertad.
💛 ¿Y si empezamos por perdonarnos?
Enfrentarse a uno mismo no es llegar a una conclusión perfecta, ni “arreglarnos” como si estuviéramos rotos. Es volvernos a encontrar, con más paciencia. Con más humildad.
Y con la esperanza amorosa de quien cree que toda herida es también una puerta.
Una puerta que se abre desde adentro.
Porque el viaje más importante que haremos en la vida… es hacia nosotros mismos.
Y cuando tenemos el coraje de enfrentarnos con amor, cada sombra puede volverse luz.