Life Coach
- Ana Ricci
- 6 abr
- 1 Min. de lectura
Hay rincones dentro nuestro que han quedado en penumbra.
Zonas que alguna vez apagamos por miedo, por costumbre, por dolor o simplemente porque nadie nos enseñó a mirarlas con amor.
Pero aún allí, en lo no dicho, en lo que evitamos, en lo que nos parece pequeño o innecesario, habita una parte vital de quienes somos. El proceso de transformación empieza cuando nos detenemos a mirar hacia dentro con curiosidad, sin juicio, con ternura.
Iluminar zonas olvidadas no es invadirlas con exigencia ni urgencia, sino encender una luz suave que nos permita vernos con nuevos ojos. Es permitir que aparezcan memorias, deseos, creencias o emociones que necesitan ser abrazadas, reconocidas, integradas.

Cada vez que alguien elige empezar a escucharse, ya está dando un paso hacia su verdad.
Cada pequeño movimiento hacia lo auténtico es una victoria del alma, aunque no se vea por fuera.
Celebrar esos pasos —incluso los inseguros, los lentos, los silenciosos— es honrar el viaje interior.
Acompañar no es dirigir ni empujar. Es caminar al lado, sostener la pausa, preguntar con respeto, ofrecer un espejo sin distorsión.
Y en ese espejo, cuando aparece un gesto, una palabra, una lágrima o una decisión que nace desde lo más real, se abre espacio para lo nuevo.
Volver a lo esencial.
Recuperar la voz interna.
Recordar que siempre es posible volver a ser.