Una sola respiración
- Ana Ricci
- 9 abr
- 2 Min. de lectura
La unidad más pequeña de vida consciente
En el universo de la atención plena, solemos pensar en el ahora como el lugar donde todo ocurre. Pero… ¿qué es el ahora, si no una sola respiración?
Una inhalación. Una exhalación. Eso es todo lo que necesitamos para volver.
Volver al cuerpo, a la presencia, a lo que es.

Podemos ver a la respiración como la unidad mínima de vida consciente. Cada vez que respiramos con atención, nos regalamos la posibilidad de estar realmente vivos en ese instante. Es una puerta, siempre abierta, hacia el presente. Hacia nosotras mismas.
En un mundo que corre, la respiración no corre.
Tiene su propio ritmo, constante, paciente, sutil.
Nos espera para que volvamos a habitarla.
Y es, también, un refugio en el caos.
Cuando todo se desordena —una crisis emocional, un dolor que irrumpe, una noticia que sacude—, solemos desconectarnos de nuestro cuerpo. La mente se dispara, el corazón se acelera, la tensión se instala. Pero incluso en medio de ese torbellino, una sola respiración consciente puede ser un ancla. Un gesto de presencia. Un recordatorio de que seguimos acá, sintiendo, latiendo, respirando.
Cuando todo parece demasiado —demasiado ruido, demasiadas emociones, demasiada exigencia—, detenerse a tomar una sola respiración profunda es un acto de valentía. De amor. De anclaje.
No hace falta meditar una hora. No hace falta saber técnicas complejas. A veces, lo más poderoso es simplemente cerrar los ojos y sentir el aire entrar y salir. Ahí está tu cuerpo. Ahí estás vos. Ahí empieza todo.
Practicar mindfulness no es otra cosa que aprender a vivir una respiración a la vez. Estar en lo que está, sentir lo que se siente, sin juicio, sin correr, sin necesidad de cambiar nada.
La próxima vez que te sientas lejos de vos, recordá esto:
Una sola respiración puede ser el camino de regreso.