Árbol de la Vida, símbolo del todo
- Ana Ricci
- 8 abr
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El Árbol de la Vida es un símbolo que atraviesa culturas, religiones y tiempos. Es figura de unidad, de crecimiento, de equilibrio y de conexión. Representa la vida en todas sus dimensiones: desde las raíces que se hunden en lo profundo de la tierra, hasta las ramas que se elevan hacia lo sagrado. Habla de nuestra propia existencia, con sus ciclos, transformaciones y búsquedas.
Su imagen expresa la relación entre el mundo material y el mundo espiritual. Las raíces simbolizan el origen, la memoria, lo ancestral. El tronco representa el camino del alma, el eje que sostiene y atraviesa. Y las ramas son los sueños, las posibilidades, la expansión, la conciencia que se eleva.
Orígenes espirituales
El Árbol de la Vida tiene raíces en muchas tradiciones:
En la Cábala, es un mapa espiritual del alma y del universo. Está compuesto por diez esferas (sefirot) que representan atributos divinos, y los senderos que las conectan reflejan el viaje de la conciencia hacia la unidad.
En las culturas celta y nórdica, el árbol es sagrado: el Yggdrasil, por ejemplo, es el árbol cósmico que une los mundos. Es vida, muerte, renacimiento.
En el cristianismo, aparece como símbolo del paraíso y de la vida eterna.
En tradiciones indígenas, el árbol es el centro del mundo, donde se unen los elementos, los espíritus y los ciclos naturales.

Más allá del nombre y la forma, el símbolo es universal. Nos habla del camino de la transformación, del crecimiento interior, de la conexión entre todas las cosas. Nos recuerda que estamos sostenidos, enraizados y a la vez llamados a expandirnos.
El Árbol de la Vida vive en cada uno.
Es la sabiduría que nos habita, la historia que traemos, el alma que asciende y el cuerpo que recuerda.
Es un llamado a honrar nuestras raíces, a sostenernos en el presente, y a abrirnos al misterio de lo que está por venir.