El estrés desde una mirada energética
- Ana Ricci
- 12 abr
- 2 Min. de lectura
En términos energéticos, el estrés es el resultado de una desarmonía interna.
La energía vital, que normalmente fluye de forma rítmica y equilibrada, comienza a acelerarse, desbordarse o fragmentarse. Como si todo nuestro sistema se “apretara” para responder a algo externo, perdiendo su centro y su ritmo natural.
Cuando estamos estresadas, nuestra energía suele subir hacia la parte superior del cuerpo: la cabeza se llena de pensamientos, el pecho se cierra, la respiración se vuelve corta. Nos desconectamos del cuerpo, dejamos de habitar el momento presente y quedamos atrapadas en un estado de alerta constante. Es como si estuviéramos en modo defensa, incluso sin un peligro real.

Esta vibración alta y desordenada impide que la energía circule de forma libre entre los chakras. Muchas veces se desequilibran el chakra raíz (nos desconectamos de la tierra y de lo básico), el plexo solar (se sobreactiva la exigencia, el control) y el corazón (se cierra por tensión o miedo).
El resultado es una sensación de agotamiento, desconexión, irritabilidad o incluso tristeza sin motivo claro.
Pero el estrés también puede ser un síntoma de algo más profundo: una vida que no estamos habitando desde el alma, decisiones que nos alejan de lo que necesitamos, ritmos que no respetan nuestro verdadero pulso. Y en ese sentido, el cuerpo grita lo que el alma susurra.
Volver a la energía es volver al eje. A través de la respiración, el descanso consciente, el silencio, el contacto con la naturaleza o las terapias sutiles, podemos empezar a desatar los nudos y permitir que la energía fluya otra vez con suavidad, con presencia, con verdad.
El estrés no es enemigo. Es un mensajero.
Y cuando aprendemos a escucharlo con amor, se transforma en una puerta hacia el equilibrio.